Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

lunes, 29 de agosto de 2011

Merodeadores


No me han de aniquilar
los demonios
que encajan sus tridentes de fuego
en esta piel de otoño, reseca y estriada
              por detrás de mis párpados
en las horas tardías de mi tiempo.

Merodean por mi canto
y con agujas candentes ensartan
espectros macerados en un zumo de inquietud.
He hilvanado mis días bajo su influencia
haciendo de mi mejor vestido una colcha de remiendos.

No me han de aniquilar
estos demonios
cuando el amor es cristalino ojo de agua
que nace a borbotones desde mi voz;
esta voz ancestral de todas las mujeres
que han buscado acomodo
en las oquedad de manos afiladas
de palabras mentiras
de hombres que traen la soledad a cuestas
tanto como nosotras.

Me quito el disfraz
            -regalo de todos mis demonios-
de una mujer segura de sí
que dice saber lo que quiere,
                             personaje trillado,
para abrazarme
y abrazar cada mujer que me habita.

Amé a cada hombre
que traía en su mirada el mar
 y en sus palabras
          noches de luna llena
cuando en verdad escondían los gusanos
que pululan en cada herida sin sanar
causadas por los dientes afilados
   de mujeres tan solas
                   y hambrientas como ellos.

Al llenarse mis noches de demonios
rogué por el arcángel
que viniera por fin a aniquilarlos
y me llevara al Edén entre sus alas
Sólo encontré
hombres sangrantes
como yo
que buscaban en mí
a la amorosa virgen
que pudiera sacarlos del infierno
                    y yo entre llamas
agonizante.

Que sigan merodeando los demonios
qué más da
cuando en mí
como en cada mujer
florecen astros en mis surcos.
Ha de ahuyentarlos
la luz de las estrellas
que brillan en mi piel.

Y el hombre amado
           -ya no más un arcángel-
ha de ser amado
como todos los hombres
            con este amor humano
sin disfraces
            ni espectros divinos
Florecerán en él
  como en todos los hombres
                 luceros y galaxias.

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