Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

jueves, 21 de enero de 2016

Lady Orlando


http://mxcity.mx/2015/11/top-8-ilustradoras-mexicanas-que-convierten-la-realidad-en-magia/

En ese sitio podrán leer sobre estas ilustradoras, de las que Lady Orlando forma parte. Ella dice: 

“Considero a mis dibujos y pinturas pequeñas ilustraciones de historias que me cuento a mí misma, como si fuesen una página de un libro o una escena que se queda flotando en el aire; aquella que al cerrar los ojos, se reproduce una y otra vez en mi memoria.” 














jueves, 14 de enero de 2016

Diálogo y frase para reflexionar


– Maestro, por naturaleza soy optimista. Todo lo veo en colores vivos, para mí no hay imposibles, todo el mundo es bueno. ¿Debo seguir siendo así?  
– Hij@, tú eres como eres. El humano es un péndulo que oscila entre el pesimismo destructivo y el optimismo aventurado. Casi nadie está en los extremos, todos nos situamos cerca del medio. No es ni bueno ni malo ser de una u otra manera; lo que debemos velar es por estar siempre conscientes de como somos para controlar nuestras emociones. Son las emociones el puente que nos une a los demás, no nuestra naturaleza.   

"Cuando nos habituamos a morar en nuestro lugar interno, aquel que no se destruye por las circunstancias externas, ya sean favorables o desfavorables, cuando somos capaces de mantenernos en esa ecuanimidad, dentro de esa fortaleza, del gozo y de la alegría, este nos protege frente a todo tipo de situaciones". V. Nangpel

miércoles, 6 de enero de 2016

Los Reyes Magos


Para Claudia y Polo

A los pocos días de cumplir ocho años de edad, salimos una noche de las orillas de Guadalajara para llegar a vivir al corazón de Morelia. El mío, mi corazón, latía emocionado mientras la gallina en la jaula para pájaros se movía inquieta tratando de expandir sus alas, y el gato –en otra jaula- estaba hecho ovillo. Era abril y el calor crecía.
No supe cuántas horas hicimos, pero cuando hicieron a un lado la lona para bajar la parte que fungía como puerta en la troca en que nos mudaron, mis ojos se abrieron expectantes. Venía a descubrir un nuevo mundo: casas de paredes de piedra, calles anchas y bien trazadas y el paso de los carros sobre asfalto me dio la impresión de haber llegado a un país lejano; un país moderno. Habíamos vivido enfrente de un llano y todo afuera de la casa era tierra. Mi juego favorito era sentarme debajo del laurel de flores de colores encendidos, abriendo surcos en la tierra negra para dar paso a las arañas. Disfruté las cuevas en el llano, y hasta el basurero, donde cada día encontraba algo nuevo, un tesoro: un arete, un muñeco sin un brazo, un trompo sin punta, un huevo que alguna gallina fue a poner en el calor proveniente de la basura… Aunque lo que más gozaba eran las tardes en que Ernesto hacía papalotes y corríamos para que se elevaran. Nunca aprendí a hacer uno. Él era el mago que, llegando a Morelia siguió organizando los juegos, con sus nuevos inventos. Teníamos ‘reflectores’ hechos por él cuando jugábamos a policías y ladrones. Reflectores construidos a partir de una caja de zapatos, un foco y una extensión. Llegamos a vivir a una casa muy grande, un galerón de piso de ladrillo que había que trapear con algo rojo que se disolvía en agua. Era un cuarto muy grande donde cupieron las literas y todas las crías junto con mi Mamá Tita. Había un pequeño patio con piso de cemento donde se encontraba el baño y un pequeño cuarto que ocuparon mamá y papa. Desde ese patio podía, al menos, ver las estrellas. No teníamos la libertad del llano, pero valió la pena. La ciudad nos impresionó. Es bella, bellísima.
Mi abuelita –Mamá Tita- salió a la calle una tarde, con un machete en la mano. El cielo estaba cargado de nubes; amenazaba tormenta. Me sentí avergonzada cuando se hincó a la mitad de ella ‘para deshacer la culebra de agua que amenazaba huracán’, dijo. Mi vergüenza perdió el rostro por la risa que me invadió. Eso, en un llano, lo entendía; pero en la ciudad, en esa calle derecha de una casa tras otra me pareció una locura. La verdad es que nunca me llevé muy bien con mi abuelita. Creo que no le gustaba mucho mi piel morena, ni mi personalidad inquieta. Fui demasiado inquieta y parlanchina, lo contrario a ella, que hablaba muy poco y se limitaba a silbar y en ocasiones a entonar alguna canción con su hermosa voz de soprano. Cuando la cansaba, me decía palabras extrañas con un tono que no me sonaba muy amable: ‘Cuzca, garraleta’. Su rostro blanco y sus azules ojos cambiaban de tono por el enojo. Cuzca me sonaba a casco, lo que me llevaba a imaginar caballos, yo montada en uno de ellos. Garraleta, a gitana. Yo, gitana morena, de cabellos negros, elegantemente vestida con collares y pulseras multicolor y aretes largos, sobre un caballo. Sonreía.
Con el paso de los años supe el significado de las dos palabras. Mamá Tita sí que se enojaba conmigo. Pero aunque alguien pueda dudarlo, su carácter sí era, por lo general, amoroso y sereno.
Llegó diciembre y con él la Noche Buena, fecha que esperábamos con mis hermanas y hermanos porque El Niño Dios nos traería algún regalo. En la nueva ciudad se celebraba “El Día de Reyes”, pero fieles a sus tradiciones mamá y papá siguieron festejando el anterior. Pronto nos cambiamos a una casa frente al galerón donde llegamos. Seguíamos siendo pobres, pero no miserables. El nuevo trabajo de papá nos permitía comer mejor. Además, ya vivía con nosotros. En Guadalajara lo veíamos muy poco. Trabaja en lo que podía: cargador, garrotero y boletero del tren, panadero y no sé qué más, pero siempre que llegaba a casa traía consigo costales de mangos y racimos de plátanos, se ponía un mandil, y hacía pan. Mientras esperábamos el pan, hacíamos bolitas con la masa cruda. Mamá lucía sonriente, relajada. Nos miraba con ojos satisfechos, hasta que sus pollitos comenzaron a morir, víctimas del empacho por la ‘comida’ que les dábamos: las bolitas de harina.
La primera mañana del 25 de diciembre de 1963 ó 1964, no recuerdo con precisión, me sentí molesta al descubrir que el regalo que me trajo ‘El Niño Dios’ era un boliche de madera de Quiroga, y no la bicicleta que pedí. Me enojé y no quise tocar el juguete artesanal. Era demasiado barato. Si me había portado bien todo el año, ¿por qué hubo compañeras de mi colegio que sí tuvieron bicicleta y yo no? Ellas no se portaron bien; no la merecían. Vi el rostro triste de mi padre, quien no dijo una palabra.
Estaba de visita en casa mi prima Ángeles, hija de mi tío Ramón, hermano de mi papá. Mi madre decía que eran demasiado vulgares; gente sin educación. Pero yo la amaba. Mayor que yo varios años, era mi ejemplo por su carácter reflexivo. Me tomó de la mano y me invitó a ‘dar una vuelta’. Yo lloraba por el enojo ante la injusticia que acababa de recibir. Ni siquiera puse atención en los regalos que recibieron mis hermanos mayores, mi hermana. No vi bicicleta alguna ni nada de tamaño fuera de lo normal. Pero no vi a nadie con enojo.
Mi prima me paró en una esquina y me dijo: “Vita –así me llamaban-, tengo que contarte algo. No quiero lastimarte, pero tienes que saber que mi tío y mi tía te quieren mucho. Creo que por tu edad ya puedes entender”. Yo la miraba de reojo mientras limpiaba mis lágrimas y mocos resultantes, con el dorso de la mano derecha. Vi el cielo al fondo color azul claro, con nubes muy blancas. El sol recién se había trepado en lo alto de la bóveda y uno de sus brazos se estiró hasta el rostro de mi prima. Me causó gracia. Era común, y sigue siéndolo, que en los momentos en que me he sentido desolada, algo gracioso llame mi atención. Sonreí. Su hermoso rostro moreno hacía honor a su nombre "Ángeles". Miré a sus lados para ver si alguna sombra hacía las veces de alas, y podría hacerle una broma. Ella conocía mi carácter, por lo que me tomó por los hombros, y se agachó un poco para obligarme a mirarla a los ojos. “Me entiendes, ¿verdad?”, dijo. No, no la entendía. De hecho, hasta olvidé de qué hablaba. “El Niño Dios”, dijo quedo; El Niño Dios son tu mamá y tu papá”. No quise entender lo que decía, aunque en mis oídos sonaba la frase como estribillo “Son tu mamá y tu papá, son tu mamá y tu papá”. Ella noto mi dispersión a punto de extenderse hacia los cuatro puntos cardinales. “¡Vita!”, gritó. El estribillo reptó y siguió el vuelo de la garza rezagada. Entonces la miré a los ojos. “¿Mi mamá y mi papá son el Niño Dios?”, pregunté cuando el llanto había emprendido la retirada. “Sí. Ellos son quienes compran los juguetes. El tuyo, el de tus hermanitas, tus hermanos”. “¿Por qué?”, pregunté abriendo mis pequeños ojos casi rasgados. “Porque te aman, los aman”. “¿No hay Niño Dios’”, pregunté esta vez con la voz escondiéndose en mi garganta, avergonzada. “No. El Niño Dios nació hace muchos años. Porque eres una niña, por eso te dan un regalo en la fecha de su nacimiento. Cada niña, cada niño, es importante para su mamá y su papá”. “¡Pero ellos son pobres!”, dije con la voz entrecortada por el llanto que regresó en una embestida brutal. Ángeles me abrazó mientras me estremecía recargada en su pecho. Es uno de esos recuerdos a flor de piel. Me dolieron ellos, mi madre y mi padre. Me dolió su esfuerzo, su silencio, su amor inconmensurable. Seguramente habían prescindido de algunos deseos propios para reunir unos pesos y comprar juguetes para sus crías.

Cuando mi hijo y mi hija, los primeros, cumplieron 4 y 6 años de edad, los senté y les dije lo mismo que mi prima me había dicho, en palabras que pudieran entender. Me sentí con el deber porque no quise sostener una mentira. Tenían demasiados motivos para sentirse felices cualquier día del año. No vi la necesidad de que creyeran algo que hace felices a unos cuantos, y hace sufrir a muchos en un país donde el hambre es el pan nuestro de cada día; donde la clase trabajadora ni siquiera recibe su raquítico aguinaldo a tiempo; donde cada vez se retienen las quincenas de mucha gente, y los políticos se despachan con la cuchara grande.Mi niño y mi niña me miraron y corrieron a abrir sus regalos con la misma emoción esa mañana del seis de enero. Seguí la tradición de Los Reyes Magos. Después de todo, no hay magos más grandes que las niñas y los niños. Hacen magia con sus sonrisas y su amor tiernito, sincero. No necesitaron mentiras para seguir abriendo grandes los ojos ante la sorpresa de lo que su madre y su padre les compraban con tanto amor... y esfuerzo.

lunes, 4 de enero de 2016

Feliz lunes


– Maestro, discutía con dos amigos sobre cuál es el mayor miedo de la humanidad. Uno me decía la soledad, el otro la muerte.  
– Hij@, el ser humano aún no aprende a auto conocerse: el mayor miedo del ser humano es al tiempo, ese tiempo que alimenta la soledad producto de sus acciones, ese tiempo que lo acerca inexorablemente a la muerte. Por esa razón, cuando nos llegan nuestros últimos momentos, nos sentimos aliviados y no aterrados.  El enemigo no es la soledad ni es la muerte, es el tiempo.

 “La mente inconsciente e ignorante atesora y protege al yo. De ahí se desarrolla el desastre de las emociones perturbadoras, los hábitos que generan  todo dolor subsecuente. Pero la mente clara y consciente que está impregnada de la sabiduría de los budas (personas despiertas), en lugar de proteger y adorar al yo, se ha expandido para atesorar y proteger a todos los demás”: Dzigar Kongtrul Rinpoche.

domingo, 3 de enero de 2016

Domingo 3 de enero de 2016

¡Buen día!
– Maestro, ¿qué es la verdad?
– Hij@, la verdad es la duda. Si te haces preguntas respecto a algo o alguien, la verdad será aquella pregunta a la cual no le encuentres respuesta en ese momento. Esa será la verdad. Pero cuando la encuentres, cualquiera sea, la verdad volverá a ser la duda hasta que llegues a otra verdad. Y así sucesivamente. La verdad absoluta no existe, es una trampa de la mente.
“La mente inconsciente e ignorante atesora y protege al yo. De ahí se desarrolla el desastre de las emociones perturbadoras, los hábitos que generan todo dolor subsecuente. Pero la mente clara y consciente que está impregnada de la sabiduría de los budas (personas despiertas), en lugar de proteger y adorar al yo, se ha expandido para atesorar y proteger a todos los demás”: Dzigar Kongtrul Rinpoche.
¡Feliz domingo!

sábado, 2 de enero de 2016

Reflexiones, poesía y cuento: El sapo panzón

Reflexiones, poesía y cuento: El sapo panzón:       Canción de mi autoría, tanto la letra como la música. Incluida en mi primera grabación infantil "Corre trenecito, corre&quot...

Diálogo y Reflexión



– Maestro, me han dicho que no está bien pensar en propósitos de un nuevo año. Que igual me puedo morir cualquier día de estos. ¿Qué debo hacer?
 Hij@, primero, pensar que sólo tú decides tus asuntos; que las decisiones que tomes impactarán tu vida, sin importar si dura un minuto más o 100 años. No has de escuchar y pensar cada cosa que te dicen. Segundo, hacer planes, proyectar, es correcto. Hazlos y suéltalos. Sólo mantén en tu mente el propósito, porque tu vida cabe en un día. Si vive otro, regresas a ellos, y así día tras día.

Escuchar y dudar sobre lo que hemos decidido, no siempre es conveniente. Los humanos nos hemos habituado a opinar y disertar sobre todo cuanto vemos y oímos. Las opiniones sólo son importantes para reflexionar sobre lo proyectado cuando las pedimos. Asistir a charlas sobre temas que nos interesan es dar importancia a otras opiniones; las solicitamos. Pero eso no significa que nuestra vida hemos de regirla por las ideas de otros. 

“No creas en algo simplemente porque hayas oído sobre ello. No creas en algo sólo porque has oído un rumor o algún comentario. No creas en algo porque lo hayas encontrado en un libro religioso o sagrado. No creas en algo basado meramente en la autoridad de un maestro o de un anciano. No creas en tradiciones simplemente porque han pasado de boca en boca a través de las generaciones. Luego de la observación y el análisis, cuando encuentres algo que está de acuerdo con la razón, y su puesta en práctica sea beneficiosa para uno y para todos, entonces acéptalo y vive de acuerdo con ello”: Buda.

Propósitos para 2016


¡Feliz Año Nuevo!

Aunque el tiempo es relativo -puede que no lo entendamos, nos hemos acostumbrado a decir esto desde la Teoría de la Relatividad de Einstein- solemos contarlo con los dedos y lo hemos acomodado en segundos, minutos, horas, días, meses, años. Humanos mortales, queremos voltear la cara hacia donde no veamos la muerte rondar, aunque ella nos habita tanto como la vida. 

Si al despertar fuésemos capaces de sonreír y de tratar de organizar el día como si en él cupiera toda nuestra vida, quizás otro gallo nos cantaría. Así, al ir a dormir, seguramente agradeceríamos lo vivido y podríamos cerrar los ojos en paz, como si de verdad fuera el momento de nuestra muerte. Si no lo fuera, sería un buen ensayo.
Thich Nhat Hanh, es un monje budista zen, vietnamita, residido en Francia. Es Abad del monasterio de Plum Village. De él, estos:

Propósitos de año nuevo:


Recuerda que sólo hay un momento importante y es ahora.
El momento actual es el único sobre el que tenemos dominio.
La persona más importante es siempre la persona con la que estás, la que está delante de ti (quién sabe si tendrás trato con alguna otra persona en el futuro, podrías morir).
El propósito más importante es hacer que esa persona, la que está a tu lado, sea feliz.
Hablamos del servicio social, el servicio a la gente, a la humanidad, a los que están lejos; pero a menudo olvidamos que es la gente que nos rodea por la que debemos vivir en primer lugar.
Si no puedes ayudar a tu propia pareja y a tu pequeñ@ hij@, ¿cómo puedes servir a la sociedad?
Si no puedes hacer feliz a tus hij@s ¿cómo esperas hacer feliz a nadie más?
Servicio social.
La palabra servicio es inmensa.
La palabra social es igual de inmensa.
Regresemos primero todo a una escala más modesta:
Nuestra familia, compañer@s, amig@s, nuestra propia comunidad.
Debemos vivir para ell@s, porque si no podemos vivir para ell@s, ¿para quién más creemos que estamos viviendo?"