Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

viernes, 5 de agosto de 2011

La ola. Sueño.


Camino de espaldas al mar. Voy por una calle amplia de casas de adobe y techos de tejas, de paredes deslavadas por la brisa salina. El pueblo es pequeño, de plaza cuadrada y portales amplios sostenidos por altas columnas. La dorada luz salta entre las palmeras, los almendros, los limones y se instala en los caminos empedrados.

Siento la piel brillante por el calor; sé que sudo, mientras camino sin prisas. Me siento contenta, mucho.

Repentinamente mi corazón se acelera. Sin detenerme, agudizo los oídos para confirmar ele sonido de oleaje, de tormenta; seguramente, un ciclón. No volteo. La imagen está en mi mente, para qué ver, pienso.

Escucho gritos y carreras; voces incomprensibles, alarmadas. La gente corre en estampida hacia ningún lado, como tolvaneras en pueblo seco. El cielo pasa del azul al gris más oscuro. Siento miedo y el irrefrenable deseo de también emprender la carrera.

El rugido proveniente del mar es cada vez más fuerte. Sé que es un maremoto. La lengua se me empapa del líquido salino que arrastra el viento y golpea mi rostro, mi cuerpo. Siento que soltaré el llanto de un momento a otro. La ola gigantesca está por alcanzarme. No veo a nadie a mi lado. 

Sin saber de donde proviene ni a quién pertenece, una mano toma con suavidad la mía; mano de varón, evidentemente. Mi corazón regresa a su latir pausado, sereno.

La mano me transmite calidez, confianza. Me siento amada, segura.

La ola llega suave, tibia. Me suelto y fluyo con la sensación de llegar a casa. Sonrío.

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