Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Feliz Año Nuevo!

Retrato mío, realizado por Lady Orlando

Suelo despertar de madrugada cada día y recorrer un corto trecho de la recámara al sanitario. De regreso a la cama, me detengo a contemplar el cielo estrellado. Es un momento lleno de gozo.
A eso de las tres de la mañana las estrellas se ven más cerca y no falta la que se desliza como luz de bengala en manos de niñas y niños. El silencio casi puede tocarse por lo que el sonido de la respiración es todo un acontecimiento. El paso de uno que otro auto imita el de olas a la orilla del mar.
Una de esas madrugadas, al detenerme a contemplar el titileo de los astros, mi sorpresa se convirtió en un conato de miedo: las estrellas parecían congeladas. No emitían luces, no había movimiento, no había un solo sonido. "Estoy muerta", pensé. "Estoy muerta. Dicen que así es la muerte". Y comencé a caminar midiendo mis pasos, contemplando cada imagen estática: macetas con plantas erguidas unas y otras churriguerescas, que como fantasmas grises se mantenían al acecho, las vigas sobre la pila, las tejas sobre un techo improvisado sobre maderos chuecos. "Estoy muerta". Y comencé a sonreír. "Gracias", dije en voz alta. "Veré mi cuerpo sobre la cama al entrar a mi habitación. Estoy muerta, gracias. Viví, y ahora suelto todo cuanto amé". Evoqué rápidamente los rostros de mis hijas y de mi hijo, los de mis nietas y nietos, el de Miguel, mi compañero de viaje, de cada miembro de mi familia, de los seres amados con quienes compartí momentos importantes. Sonreí de nuevo y les deseé que el resto de sus vidas fuera bueno, amable, sereno.
Entré a la recámara y vi la cama vacía. Volví a agradecer el eco de mi respiración, mis pasos. "Aquí sigo. A dormir un rato más", me dije en voz baja. Me cobije sin prisas, sintiendo cada movimiento de mis manos, de mis brazos, de todo mi cuerpo, agradecida.

Sigo viva. Qué maravilla. ¡Feliz Año Nuevo!

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Felices fiestas




Que haya paz en cada corazón, sin importar religiones, culturas, creencias. Que cada persona tome las riendas de su propia vida, y comparta con los demás lo mejor de sí. La paz comienza por cada un@ de nosotr@s. Urge.
¡Felices fiestas!
Popol Vúh. Obra de Miguel Carmona Virgen
http://cascarin.deviantart.com/

jueves, 13 de noviembre de 2014

EL PUEBLO DEL SOL


EL PUEBLO DEL SOL

Las palabras cosquilleaban en mis oídos. Se mecían sin remedio en la música creada en mi mente. “La raza dorada, el pueblo del sol”, dijo León.

Entré a la farmacia y esperé mi turno. La única dependiente escuchaba a un hombre de sombrero y ropa de varios días, que preguntaba el precio de una medicina de la receta que tenía en las manos, observando el papel con insistencia;  manos y ojos inquietos -sus dedos mostraban las uñas quebradas- en un gesto vano por desaparecer las indicaciones médicas o la cantidad de medicamentos.

La mujer dijo el precio y pidió que pasara a la caja a pagar. Él dijo que no, y fue pidiendo el precio de las demás, estrujando el papel, arrugándolo, como su camisa.

Yo sonreía, sin prisa por ser atendida y sin atinar a hacer algo para disimular la congoja que me provocaba ver al  hombre.

Afuera, el sol caía sobre un mitin de jóvenes que protestaban por las injusticias del gobierno. El centro de la ciudad estaba colmado de policías listos para sofocar cualquier insurrección. Dentro de la farmacia, con el corazón oprimido, me sentí  protegida.

Luego de un rato, el hombre pidió tres de los cinco medicamentos de la receta. Me miró y mi ser se cimbró de tristeza. Tres pesos nos pagan por kilo de maíz. En las tortillerías venden el kilo de tortillas a doce o quince pesos. Y nosotros, los campesinos, recibimos una miseria por el trabajo que acaba pronto con nuestra salud ¿Cómo nos va a alcanzar para comprar lo que necesitamos para estar fuertes, para enfrentar la enfermedad?, dijo, con la voz que desde niña he pensado tiene la parca.

Su húmeda mirada me transportó al río donde me sumergí, cuando joven, para lavar la ropa, desconcertada y confusa. Entonces era la esposa del médico del pueblo, del director del Centro de Salud -la que estudió teatro y canto y llenaba auditorios desde temprana edad, con gente que aplaudía y consolaban el corazón- inmersa hasta la cintura en esas aguas revueltas que arrebataban de mis manos aquella prendas de las que pretendía quitar las manchas sobre una piedra que desaparecía por el oleaje constante. No tuve que lavar mi ropa de niña; no tuve que hacerlo en mi adolescencia, y entonces lo hice, ante la ausencia de mujeres que quisieran hacer la limpieza en las casas; ganaban muchísimo más prostituyéndose.
 Estar allí parecía una pesadilla o un espectáculo como el de aquellos payasos que presencié divertida a los ocho años de edad: Sangre por aquí, sangre por allá, ¿dónde estará el hijo de las arañas? Aquellas carcajadas infantiles que resultaban de jugar sin reglas, recibir comida y asistir al espectáculo gratis, sin siquiera intentar descifrar las frases incoherentes de los cómicos de zapatotes grandes y rostros pintados grotescamente.


El Puerto donde viví fue conocido como La isla de los hombres solos. Lavé, o intenté lavar, ante la necesidad de ropa limpia para mis crías y para el médico que llegaba exhausto de atender tanta gente enferma.
Habría vuelto al río para lavar la ropa de ese hombre, aunque el agua me entrara por cada poro y me hiciera temblar de miedo sólo de pensar que así podría haber sido mi vida hasta el final.

A ese recuerdo acudieron mujeres envejecidas prematuramente. Recogían, entre risas, las prendas que escapaban de mis manos, y las acomodaban en la orilla, en la playa, sobre petates, con sumo cuidado; las miradas compasivas por esa muchacha que quién sabe de dónde llegó y no sabía realizar esa simple tarea mientras ellas lavaban día con día ahí mismo sus cabellos, su desgano, y salían limpias, renovadas y sonrientes, para volver otra vez con el cuerpo, el aliento y la ropa sucia, sin tregua, al menos tres o cuatro veces por semana.

Sólo podía pagarles con una sonrisa que bajaba a mis labios. Un gesto tímido y agradecido que marcó mi rostro desde entonces, gesto que asoma de vez en cuando, como ahora que el hombre repetía Tres pesos el kilo de maíz. Sentí el río de entonces a punto de desbordarse por mis ojos.


Somos la raza dorada, el pueblo del sol, resonaban las palabras en mi cabeza, con una música vertiginosa y cambiante, y a mí me parecía que somos un pueblo prieto, húmedo, aterido por el aguijón del hambre bajo el sol, con el agua hasta la cintura, subiendo poco a poco hasta asfixiarnos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Una promesa a la Parca

Dibujo de Miguel Carmona Virgen

La Parca se hizo un sombrero

Y se vistió muy catrina
En su atuendo se adivina
Que se esconde un gran pandero
Lero lero lero lero
Lero lero lerolán
Voy a regalarte un pan
Para que agarres respiro
Y en medio de un gran suspiro
Nos cantes el riquirrán

Los maderos de San Juan
Ven a jugar Sube y Baja
Baja y sube, aja, aja
Cuenta diez, y cuántos van
Triqui triqui, triquitrán
Palmas y pies en un son
Canta, canta, corazón
Tira lara laralá
Tira lara laralá
Canta, canta, corazón.

Vente tocando el pandero
Ya no pares de bailar
Que se te olvide el hilar
La ropa en el tendedero
Los trastes y el lavadero
Ven a bailar una hora
Viene una niña cantora
Muchas más con sus maracas
Otras con grandes matracas
Te alegrarán sin demora.

Vamos a hacerte sonar
Los huesos, el esqueleto
Tu cuerpo flaco, completo
Hasta que logres volar
¡Qué bien lo haces! ¡A bailar!
Resuena flaca, resuena
¡Tu esqueleto!, ¡qué bien suena!
Ya no me quieras llevar
Yo aquí me voy a quedar
Te prometo ser bien buena.


miércoles, 29 de octubre de 2014

El viento no tiene voz

http://www.eltiempo.com/Multimedia/galeria_fotos/carrusel/el-rollo-de-fili-los-caminos-de-la-vida_10904007-5

“El viento no tiene voz, sólo arrastra los lamentos, las alegrías, los pesares, y también la indiferencia”. Me decía mientras sus nerviosas manos trataban de alisar un rebozo sucio y arrugado de tantos días de dormir a la intemperie, de acudir a los sanitarios rentados en una calle, a donde el grupo acudía a hacer sus necesidades fisiológicas. El olor era insoportable. Por más que los lavaran quienes instalaron esos baños públicos, rebasaba la cantidad de personas que en varias ocasiones habían sacado agua de las tazas para lavarse al menos las manos temblorosas, las caras afiladas. Sólo temprano, recién lavadas, podían hacerlo. No faltó la mano caritativa que les acercó una botella de cloro y una bolsa de detergente. Alguien llevó también toallas desechables.
En torno al ayuntamiento abundaban las botellas de agua vacías, tiradas sin ton ni son. Latas de refrescos, bolsas de chatarra y algunos desperdicios de comida.
Acomodaron petates muy cerca uno de otro, pese al calor del lugar, como si el aire les arrimara un frío que nadie se atrevía a mencionar.
“Ese viento trae el sonido del llanto, ¿lo escucha?” Me decía la mujer poniéndose la mano en una oreja, ahuecándola como corneta para escuchar algo que sólo ella descifraba. “¿Lo escucha?”, insistía. Yo no podía decir una palabra. Me acerqué al grupo porque ahí andaba una tía mía, buscando también a su muchacho.
“Hace muchos años que el viento arrastra la vileza” continuó diciendo. “Años de escuchar los disparos, el llanto, los gritos, la agonía. Hasta ahora que dizque el mundo está al pendiente es que empiezan a llamarnos, a tomarnos en cuenta. Pero no crea que les dolemos. El viento arrastra sus pasos, sus nervios, sus mentiras. Pero el viento no tiene voz, se lo aseguro. Si no, yo la reto a que en su casa trate de escuchar a sus vecinos; trate de oler sus estados de ánimo. Y es que el viento también trae los aromas. El miedo se huele, es cierto, también se huele cuando la gente está contenta. Por eso se estremecen los cuerpos sin saber cuál es la causa. Pase usted junto a la gente que baila, y va a sentirse contenta, con ganas de caminar sintiendo cada hueso. Pero aquí, qué le puedo yo decir; basta con ver su propio rostro. ¿Ya se vio en un espejo? Trae pegada la desesperanza que el viento arrastra. Por eso no puede contestarme. Vaya a darse un baño, restriéguese bien pa’ que se quite ese color pardo y esa mirada. Míreme a mí, yo creí que a los nietos se les ama porque ya aprendí mientras fui madre; que porque con ellos no queremos cometer los mismos errores, las mismas equivocaciones que cometemos con los hijos. Pero no. Yo recién descubrí que los amamos por solidaridad con nuestros hijos, nuestras hijas. Nunca supe cuánto amo a mi hija hasta que la vi llorar por su muchacho. Me duele ella. Es parte de mis huesos. No me duelen los huesos por ser vieja; pue que algo tenga que ver. Pero estoy convencida que me duelen por ver quebrarse a m’hija. Amo a mi nieto, es cierto, pero el dolor es por mi muchacha. Daría mi vida porque ella no sufra, pero no puedo evitarlo. Váyase de aquí. Si usté no tiene a nadie desaparecido, mejor váyase. Nos ayuda más contando lo que sucede aquí que arrimando el dolor que el viento le contó. Váyase, de verdad. Nada hay que hacer en un hoyo donde todo es sufrimiento, rabia, desesperanza. Pero no crea que no hacemos algo para no llenarnos de odio. Pa´qué nos sirve el odio. Lo que queremos es que nos digan si están muertos o no; que nos dejen aunque sea reunir sus huesos y darles la santa sepultura. Meter el polvo de sus huesos en el rincón más profundo de estos corazones que ahora son como uno. Quién nos iba a decir que la tragedia nos iba a unir y no las ganas de hacer de nuestro pueblo un lugar habitable. Ora el viento nos trae la mala nueva de que nos dejarán sin saber lo que pasó realmente. Basta con ver los rostros pegajosos de los voceros. El viento les pegó las mentiras que les dictan los jefes. Qué se le va a hacer. Mejor váyase; ándele”.

Se envolvió en su rebozo. Me senté a la orilla de ese hoyo donde el viento corre pesadamente, cansado, oliendo a sangre y a sudor. Donde vuela mis lágrimas para formar con el llanto nuestro nubes gordas que parecen gemir cada vez que revientan sobre de ellos, sobre nosotras.

domingo, 19 de octubre de 2014

Padre

http://agrolatina.tv/

"No quiso agarrar el azadón, la hoz. Dijo que tenía que prepararse pa' acabar con lo injusto, que quería que comiéramos bien. 'Es que está usté re flaco, padre. Vea nomás cómo mi amá está en puros huesos. No es que no quiera trabajar. Le prometo que cada vez que tenga vacaciones vengo a hacer todo lo que sea necesario. Entiéndame, por favor. No es flojera, apá; no es flojera. Deveras', me decía una y otra vez. Yo tratando de hacerlo entrar en razón”.

“Somos muy pobres. Él, tratando de convencerme. Vi tanto entusiasmo en sus ojos, tanta juerza en su voz, que doblé las manos. Salió de la secundaria casi con puro diez aunque nomás desayunaba tortillas que mi mujer hace en el comal. Les ponía sal siempre sonriente y se servía un pocillo con las hojas de guayabo recién hervidas. Cómo, pues, iba a negarme a dejarlo ir a seguir estudiando. No le creí. Sé de a ciencia cierta quel gobierno no cumple. Y cómo no, si desde que yo me acuerdo, a este pueblo sólo vienen en campaña bajando las perlas de la Virgen. Acabé aceptando aunque mi corazón y mi estómago se estrujaron".

"Tuve que levantar más temprano a los más chicos pa' que se jueran conmigo al cerro. Regresaban los chiquillos con unos elotes asados en la panza, unos tacos que mi esposa nos ponía casi siempre con frijoles, ya duros porque se los daba hasta que terminábamos de sembrar el último surco. Muchas veces mi vieja tenía que venir también a echarnos la mano, porque las aguas se acercaban y era necesario acabar a tiempo. Y ya ve. Ora ni sabemos si está vivo o muerto. No le quiero decir a su madre que pos ojalá su hijo no esté sufriendo, como si ella no lo pensara; que ojalá no lo estén torturando. Y no puedo dejar de pensar en toda esta gente que se siente igual que yo, que nosotros. Esos asesinos son bestias, bestias".

Y se partió en dos, como los árboles a los que les cae un rayo y casi los acaba. Cancino, combado, envejecido en unos cuantos minutos, emprendió el camino arrastrando la cartulina pegada en un palo, donde alguien le escribió algunas demandas. A mí me pareció que no era el mismo hombre que vi hace una semana aquí mismo. Aquél que caminaba con la fuerza que da la esperanza, como avanza el sol risueño creciendo el día.
Su andar, a unos días, era de cortejo fúnebre, sin alicientes, sin esperanza.

Me senté a la orilla de la banqueta, sin querer levantar los ojos para no toparme con los de tanta gente de miradas quemantes, y yo con las manos y la fe hueras.

sábado, 18 de octubre de 2014

Madre

http://viaorganica.org/

Su rostro apacible no mostraba signos de dolor. "Me lo mataron. Era m'ijo, el que pudo irse a estudiar. Yo me sentía muy orgullosa de él. Desde chiquito me decía que cuando fuera grande iba a estudiar para que yo ya no tuviera que fregarme tanto; para que dejara de lavar ropa ajena, de hacer tortillas a mano para vender y darles de comer. Me lo arrebataron. Yo caí como hoja de árbol en otoño y anduve así, a la deriva, con el llanto nublando mis días, ahogándome el aliento. Ora todo se volvió a acomodar. Sigo trabajando igual, aunque cada día los pesos rinden menos. Viera cómo me caló hondo el sufrimiento. Cuando me lo trajeron, no pude ni siquiera abrazarlo. No parecía él con la cara tan hinchada de tanto golpe".

No me veía a los ojos. Parecía buscar algo en el campo abierto, en el firmamento. Como si esperara una respuesta y pensara con cuidado cada palabra que decía. Yo guardé silencio. No tenía nada que decirle. Mi corazón estaba hecho un nudo. Ella hurgaba en su memoria habitada por pañales, niños hambrientos, risas, papalotes, resorteras, caleidoscopios.

"El dolor no es para siempre. El amor sí. Ora me asusta ver tanto odio, tanta marcha donde la gente grita y se convierte en lo mismo que reclama. Como si odiando les fueran a regresar a sus muchachos. Pero también hay señoras como yo, rece y rece. Pidiendo no sólo por sus hijos, sino por los hijos de los asesinos. Y es que aquí vivimos algo muy feo cuando un policía borracho mató a un muchacho de acá. La familia de él se fue contra la del policía. 

Golpearon a los niños y a punto estuvieron de matar a su esposa, como si ellos tuvieran algo qué ven en el asesinato. En los niños asustados, llorando y buscando esconderse tras de su madre que sangraba por las pedradas que le aventaron, vi a m'ijo. Vi cuánto sufrió por no encontrar mis brazos, mis manos que le preparaban los burritos con sal. Corrí a defender a las criaturas, y más de una persona se me enojo. Qué culpa, pues, tenían ellos. Y los que atacaron al asesino fueron capaces de golpear a unos niños indefensos. Quién es el malo. La maldad no resuelve nada.

Mi muchacho no volverá. Que Dios los perdone y no tengan que sufrir con sus hijos lo que sufrí yo y ora sufren un montón de personas. Dios quiera y los encuentren con vida. Al menos yo vi el cuerpo del mío, y eso le dio descanso a mi alma".

Extendió su reboso con las huesudas y largas manos, tocando cada borde, como acariciándolo, como si con él fuera a prepararle la mortaja al hijo muerto. Caminó por la calle de tierra y bardas de piedras, por entre los coyules, y se integró a la tarde tibia, bajo un cielo gris, a punto de desatar una tormenta.

BEST TAP DANCE NUMBER EVER? (The Nicholas Brothers)





Extraodinarios. Simplemente.

viernes, 24 de enero de 2014

Awesome man





La manipulación sin conciencia de todos los recursos naturales, por parte del ser humano.
Vale la pena verlo. Dura tres minutos, aunque aquí aparezca que son casi seis.