Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

martes, 31 de mayo de 2011

De dentro


Me senté en medio de la tristeza, como cuando de niña me sentaba cansada a causa de la fiebre reumática que me diagnosticaron.
Hay una gran semejanza entre un cansancio y el otro; aquél, físico; éste, emocional. Diferentes pero tan parecidos, ambos me paralizaban y desconcertaban; me sacaban del mundo.
Mi debilidad emocional era tal, que lo único que atiné hacer fue precisamente sentarme y quedarme quieta sobre la silla.
Cerré los ojos, hice una inspiración profunda y dejé salir el aliento tibio, torbellino incipiente que zarandeaba mi corazón de a poco y terminó por acomodar mi respiración y los latidos.
Recorrí mi cuerpo con la mente desde la coronilla de la cabeza hasta la punta de los dedos de las manos y de los pies, relajando cada punto tenso, mientras bebía las saladas lágrimas que corrían como arroyos hacia mi boca.
Entonces aparecí ahí, dentro, en el llano de mi memoria donde crecí, de cuatro o cinco años de edad, alertada y alegre por el aroma intenso del anís. Las yerbas crecían alrededor mío, rebasándome en tamaño.
Caminé libre, gozando el contacto de mis manitas con las pequeñas flores silvestres blancas, amarillas, moradas, que crecían en ramilletes o aisladas. Me puse en cuclillas para revisar las plantas de anís, arrancarlas y comerlas sin prisa, aspirando el aroma, degustando el sabor, disfrutando sus texturas y sus verdes nervaduras.
Me puse de pie y contemplé el cielo con girones de nubes; los restos que de ellas quedaron luego de la lluvia.
El ambiente húmedo se elevaba con el viento que corría libre una vez pasada la tormenta. Aún brillaban algunas canicas de hielo; redondo granizo transparente, que puse sobre mis palmas y metí con gusto en mi boca, apretándolos con suavidad entre la lengua y el paladar para disfrutar mientras se deshacían.
El cielo se tornaba del azul claro al azul más intenso momento a momento; el crepúsculo se perfilaba sobre los cerros del fondo y la noche se aproximaba inminente. Me invadió la quietud proveniente del silencio del entorno.
Decir silencio es inexacto. Grillos, chicharras y saltamontes estridulaban; las vacas mugían bajito, arrullándose. Una que otra voz humana sonaba lejos, mientras el croar de ranas y sapos crecía.
Una mariposa amarilla se posó sobre mi hombro derecho.
Niña curiosa, traté de tocarla. Elevó el vuelo, para desplegarse como hermosa mujer frente a mí. Se colocó en cuclillas para quedar a mi nivel y me tomó por los hombros, alternando sus manos en suaves caricias sobre mi rostro.
Vas a ser muy feliz, Vita; recuérdalo siempre, me dijo. Crecerás y serás feliz. Recuérdalo, repitió. No te dejes caer por el desánimo.
No comprendí bien lo que decía, pero sonreí.

Sin terminar de enderezarse, la rodeó un nutrido grupo de mariposas de diversos colores. Al emprender el vuelo formaron un hermoso arcoíris que maravilló mi mirada.
No supe cuánto tiempo pasó, pero fue más de una hora. Abrí los ojos. Abundantes lágrimas seguían corriendo, pero el cambio de estado de ánimo era notable.
Huelga decirles que crecí y viví muchísimas situaciones difíciles que me llenaban de un sufrimiento indescriptible; una y otra vez sentí hundirme.
Luego de la experiencia que les narro, se presentaron los momentos más difíciles de mi existencia; los más dolorosos: Volví a sentir que me hundía, pero ante el recuerdo, en medio del sufrimiento, podía sonreír.
Ahora, con todo y asuntos difíciles de comprender de inmediato, no he perdido la certeza de mi felicidad.
Y sí, surge de dentro, como aquella visualización.

miércoles, 25 de mayo de 2011

El reflejo de dios

http://www.flickr.com/photos/lucidreams/

Hay quienes preguntan si creo en Dios;
    no es relevante,
   ¿A quién le sirve una respuesta mía?
                                                      ¿A Dios?
Tal vez si preguntaran ¿es cálido tu corazón?
                                                                  ¿Amas?
     ¿Es tu tristeza gris como la angustia humana?
                  ¿Es tu alegría amarilla, anaranjada?
Quizás                
encontrarían en mí
          en mi silencio
                 en mi llanto redondo
                                en mi sonrisa
  el reflejo de Dios… su propio dios
                                                       Del Universo entero.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Adiós al llanto

He despedido al llanto;
al llanto de la niña,
agua salobre que tropieza con la luz.
A ese llanto estancado
del que nace el aliento putrefacto
y endurece las arterias.

Doy la bienvenida
al llanto de la mujer que me habita
y se conmueve por el llanto de todos;
al llanto que corre
como los ríos corren al mar
y se hace nubes
                                    y lluvia
y refresca al viandante
                                  nutre los campos
y hace rostros sonrientes.

domingo, 1 de mayo de 2011

El amor que me habita


I
El amor que me habita
es excéntrico
    concéntrico
                         elíptico
péndulo que oscila
         badajo de campana
baqueta de gong
          que llama a la oración.

II
El amor que me habita
tiembla en mis manos
                  se desliza
se filtra entre los dedos
          agua que escurre
y deviene
cascada que me inunda.

III
El amor que me habita
es astro que abre el día
astro que encamina mis sueños
ave que canta en mis arterias
trinos que dan paso a la vida.

IV
El amor que me habita
es árbol robusto
de exuberantes hojas
   trepidantes corolas
        estrellas titilantes
            aliento de galaxias.

V
El amor que me habita
me cabe en la mirada
lo encierro entre mis puños
    lo trago lo devoro
             lo exhalo
                    es aura
           estallido de sol
    derramado
               en este mundo
que me lo pide a gritos
           y lo recibe calmo
lo conjuga
             y lo mezcla
para iniciar el día.

El llanto nuestro


Vuelta al origen
agua salada y tibia
el llanto nuestro.