Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

miércoles, 6 de abril de 2011

La casa de los espantos.


La casa estaba llena de espantos. Ni los más escépticos, aquellos que negaban cuanto veían, o lo achacaban al cansancio o a la imaginación derivada de las noches calurosas, dejaron de vivir o de ver, o mínimo vislumbrar, algún fenómeno sobrenatural.

Si acaso, para minimizar la experiencia, se atrevían a bromear sobre mundos paralelos, dejando en claro que sus burlas al respecto eran declaraciones de su mente racional, ajena a supercherías y supersticiones.  

Mi hermano menor, el más incrédulo, se quedó largo rato parado frente a la escalera que daba dos vueltas: cinco escalones, un giro a la derecha; doce escalones, otro giro a la derecha, y finalmente siete escalones más, para llegar a la primera recámara de la planta alta.

Su mirada extraviada, sin expresión alguna, parecía la de alguien hipnotizado, su mente en otro lado. Exhaló con fuerza y volvió al presente. Volteó a mirarnos y preguntó si vimos la canica que cayó escalón por escalón. Quienes estábamos ahí, junto a él nos volteamos a ver con la interrogación en los rostros. Su rostro, al notar nuestro desconcierto, se nubló por un momento. Sonrió y encendió la televisión, dejando la visión como quien espanta una mosca y ésta vuela a otro lado.

Mi tobillo era presa de un dolor que irradiaba del punto donde me golpeó la canica hacia el resto del pie. Cuando me pegó, contuve el grito de dolor. Pese a no haber emitido sonido alguno, su contacto fue duro, como creo que puede doler el contacto con una bala expansiva. Mis ojos se nublaron, pero contuve a tiempo lo que pudo ser llanto en mi rostro. Me agaché simulando que algo se me había caído. De haber dicho lo que pasó, se hubieran reído de mí mis otros hermanos. No veían, no escuchaban. Y cuando lo hacían, lo negaban.

Esa tarde cuando regresé de la escuela, luego de comer, me subí a mi recámara con el propósito de descansar un rato. Me acosté y respiré satisfecha por el descanso anticipado.

Escuché pasos suaves y vi entrar a mi padre, que luego de sonreírme se sentó en un lado de mi cama, en silencio. Otros pasos, y entró mi madre, quien hizo lo mismo. Pensé que me dirían algo, pero entre ellos parecía no existir el mínimo vínculo; como si cada uno estuviera solo a mi lado. Comencé a dudar de su presencia. Busqué sus sombras y no las encontré.

Llegó también el mayor de mis hermanos, y luego los demás. Todos quedaron sentados alrededor mío, sobre mi cama. Contuve la respiración. Algo no estaba bien. Sus miradas eran diferentes; no parecían ser ellos; como si fuera un sueño, pero no lo era. Sabía que no dormía, si recién me había acostado. Conocía bien la fina frontera entre sueño y vigilia; el delgado muro existente entre realidad e imaginación.

La primera en reír fue mi hermana, dos años mayor que yo; la siguió mi padre, mi madre, mi hermano el mayor, y así uno a uno. Era una risa que parecía a punto de desatar un temblor en la casa. Mi cama comenzó a convulsionarse, pero ellos se mantenían imperturbables, inamovibles, con las carcajadas brotando de sus bocas como serpientes que se enlazaban entre sí.

Tapé mis oídos mientras las lágrimas rodaban calientes por mis mejillas y el ritmo de mi corazón se aceleraba. No pude articular palabra. Sólo cerré los ojos y me hice ovillo.

Cuando desperté, estaba sola. Me incorporé y fui a asomarme a la sala. Ahí estaban mis padres frente al televisor, junto con mi hermana. Mis hermanos no estaban en la casa.

Por la noche, a la hora de la cena, todos juntos, cada quien sonrió a los demás, pero pude notar en sus miradas una duda. Casi puedo asegurar que cada miembro de mi familia vivió la misma experiencia que yo a la hora de la siesta, pero ninguno se atrevió a preguntar, ni a hacer comentario alguno. Yo misma no lo hice.

2 comentarios:

  1. Me gusta bastante este relato. De mis favoritos que me has contado desde la infancia, ya verlo transformado en cuento es más gratificante aún.

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  2. Me alegra que te guste, preciosa. Recoger nuestros recuerdos de infancia, que ya vienen con una gran dosis de fantasía, y agregarle otro poco, es divertido. Besos.

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