Espacio de poesía y cuento (Obra en progreso)

miércoles, 29 de octubre de 2014

El viento no tiene voz

http://www.eltiempo.com/Multimedia/galeria_fotos/carrusel/el-rollo-de-fili-los-caminos-de-la-vida_10904007-5

“El viento no tiene voz, sólo arrastra los lamentos, las alegrías, los pesares, y también la indiferencia”. Me decía mientras sus nerviosas manos trataban de alisar un rebozo sucio y arrugado de tantos días de dormir a la intemperie, de acudir a los sanitarios rentados en una calle, a donde el grupo acudía a hacer sus necesidades fisiológicas. El olor era insoportable. Por más que los lavaran quienes instalaron esos baños públicos, rebasaba la cantidad de personas que en varias ocasiones habían sacado agua de las tazas para lavarse al menos las manos temblorosas, las caras afiladas. Sólo temprano, recién lavadas, podían hacerlo. No faltó la mano caritativa que les acercó una botella de cloro y una bolsa de detergente. Alguien llevó también toallas desechables.
En torno al ayuntamiento abundaban las botellas de agua vacías, tiradas sin ton ni son. Latas de refrescos, bolsas de chatarra y algunos desperdicios de comida.
Acomodaron petates muy cerca uno de otro, pese al calor del lugar, como si el aire les arrimara un frío que nadie se atrevía a mencionar.
“Ese viento trae el sonido del llanto, ¿lo escucha?” Me decía la mujer poniéndose la mano en una oreja, ahuecándola como corneta para escuchar algo que sólo ella descifraba. “¿Lo escucha?”, insistía. Yo no podía decir una palabra. Me acerqué al grupo porque ahí andaba una tía mía, buscando también a su muchacho.
“Hace muchos años que el viento arrastra la vileza” continuó diciendo. “Años de escuchar los disparos, el llanto, los gritos, la agonía. Hasta ahora que dizque el mundo está al pendiente es que empiezan a llamarnos, a tomarnos en cuenta. Pero no crea que les dolemos. El viento arrastra sus pasos, sus nervios, sus mentiras. Pero el viento no tiene voz, se lo aseguro. Si no, yo la reto a que en su casa trate de escuchar a sus vecinos; trate de oler sus estados de ánimo. Y es que el viento también trae los aromas. El miedo se huele, es cierto, también se huele cuando la gente está contenta. Por eso se estremecen los cuerpos sin saber cuál es la causa. Pase usted junto a la gente que baila, y va a sentirse contenta, con ganas de caminar sintiendo cada hueso. Pero aquí, qué le puedo yo decir; basta con ver su propio rostro. ¿Ya se vio en un espejo? Trae pegada la desesperanza que el viento arrastra. Por eso no puede contestarme. Vaya a darse un baño, restriéguese bien pa’ que se quite ese color pardo y esa mirada. Míreme a mí, yo creí que a los nietos se les ama porque ya aprendí mientras fui madre; que porque con ellos no queremos cometer los mismos errores, las mismas equivocaciones que cometemos con los hijos. Pero no. Yo recién descubrí que los amamos por solidaridad con nuestros hijos, nuestras hijas. Nunca supe cuánto amo a mi hija hasta que la vi llorar por su muchacho. Me duele ella. Es parte de mis huesos. No me duelen los huesos por ser vieja; pue que algo tenga que ver. Pero estoy convencida que me duelen por ver quebrarse a m’hija. Amo a mi nieto, es cierto, pero el dolor es por mi muchacha. Daría mi vida porque ella no sufra, pero no puedo evitarlo. Váyase de aquí. Si usté no tiene a nadie desaparecido, mejor váyase. Nos ayuda más contando lo que sucede aquí que arrimando el dolor que el viento le contó. Váyase, de verdad. Nada hay que hacer en un hoyo donde todo es sufrimiento, rabia, desesperanza. Pero no crea que no hacemos algo para no llenarnos de odio. Pa´qué nos sirve el odio. Lo que queremos es que nos digan si están muertos o no; que nos dejen aunque sea reunir sus huesos y darles la santa sepultura. Meter el polvo de sus huesos en el rincón más profundo de estos corazones que ahora son como uno. Quién nos iba a decir que la tragedia nos iba a unir y no las ganas de hacer de nuestro pueblo un lugar habitable. Ora el viento nos trae la mala nueva de que nos dejarán sin saber lo que pasó realmente. Basta con ver los rostros pegajosos de los voceros. El viento les pegó las mentiras que les dictan los jefes. Qué se le va a hacer. Mejor váyase; ándele”.

Se envolvió en su rebozo. Me senté a la orilla de ese hoyo donde el viento corre pesadamente, cansado, oliendo a sangre y a sudor. Donde vuela mis lágrimas para formar con el llanto nuestro nubes gordas que parecen gemir cada vez que revientan sobre de ellos, sobre nosotras.

domingo, 19 de octubre de 2014

Padre

http://agrolatina.tv/

"No quiso agarrar el azadón, la hoz. Dijo que tenía que prepararse pa' acabar con lo injusto, que quería que comiéramos bien. 'Es que está usté re flaco, padre. Vea nomás cómo mi amá está en puros huesos. No es que no quiera trabajar. Le prometo que cada vez que tenga vacaciones vengo a hacer todo lo que sea necesario. Entiéndame, por favor. No es flojera, apá; no es flojera. Deveras', me decía una y otra vez. Yo tratando de hacerlo entrar en razón”.

“Somos muy pobres. Él, tratando de convencerme. Vi tanto entusiasmo en sus ojos, tanta juerza en su voz, que doblé las manos. Salió de la secundaria casi con puro diez aunque nomás desayunaba tortillas que mi mujer hace en el comal. Les ponía sal siempre sonriente y se servía un pocillo con las hojas de guayabo recién hervidas. Cómo, pues, iba a negarme a dejarlo ir a seguir estudiando. No le creí. Sé de a ciencia cierta quel gobierno no cumple. Y cómo no, si desde que yo me acuerdo, a este pueblo sólo vienen en campaña bajando las perlas de la Virgen. Acabé aceptando aunque mi corazón y mi estómago se estrujaron".

"Tuve que levantar más temprano a los más chicos pa' que se jueran conmigo al cerro. Regresaban los chiquillos con unos elotes asados en la panza, unos tacos que mi esposa nos ponía casi siempre con frijoles, ya duros porque se los daba hasta que terminábamos de sembrar el último surco. Muchas veces mi vieja tenía que venir también a echarnos la mano, porque las aguas se acercaban y era necesario acabar a tiempo. Y ya ve. Ora ni sabemos si está vivo o muerto. No le quiero decir a su madre que pos ojalá su hijo no esté sufriendo, como si ella no lo pensara; que ojalá no lo estén torturando. Y no puedo dejar de pensar en toda esta gente que se siente igual que yo, que nosotros. Esos asesinos son bestias, bestias".

Y se partió en dos, como los árboles a los que les cae un rayo y casi los acaba. Cancino, combado, envejecido en unos cuantos minutos, emprendió el camino arrastrando la cartulina pegada en un palo, donde alguien le escribió algunas demandas. A mí me pareció que no era el mismo hombre que vi hace una semana aquí mismo. Aquél que caminaba con la fuerza que da la esperanza, como avanza el sol risueño creciendo el día.
Su andar, a unos días, era de cortejo fúnebre, sin alicientes, sin esperanza.

Me senté a la orilla de la banqueta, sin querer levantar los ojos para no toparme con los de tanta gente de miradas quemantes, y yo con las manos y la fe hueras.

sábado, 18 de octubre de 2014

Madre

http://viaorganica.org/

Su rostro apacible no mostraba signos de dolor. "Me lo mataron. Era m'ijo, el que pudo irse a estudiar. Yo me sentía muy orgullosa de él. Desde chiquito me decía que cuando fuera grande iba a estudiar para que yo ya no tuviera que fregarme tanto; para que dejara de lavar ropa ajena, de hacer tortillas a mano para vender y darles de comer. Me lo arrebataron. Yo caí como hoja de árbol en otoño y anduve así, a la deriva, con el llanto nublando mis días, ahogándome el aliento. Ora todo se volvió a acomodar. Sigo trabajando igual, aunque cada día los pesos rinden menos. Viera cómo me caló hondo el sufrimiento. Cuando me lo trajeron, no pude ni siquiera abrazarlo. No parecía él con la cara tan hinchada de tanto golpe".

No me veía a los ojos. Parecía buscar algo en el campo abierto, en el firmamento. Como si esperara una respuesta y pensara con cuidado cada palabra que decía. Yo guardé silencio. No tenía nada que decirle. Mi corazón estaba hecho un nudo. Ella hurgaba en su memoria habitada por pañales, niños hambrientos, risas, papalotes, resorteras, caleidoscopios.

"El dolor no es para siempre. El amor sí. Ora me asusta ver tanto odio, tanta marcha donde la gente grita y se convierte en lo mismo que reclama. Como si odiando les fueran a regresar a sus muchachos. Pero también hay señoras como yo, rece y rece. Pidiendo no sólo por sus hijos, sino por los hijos de los asesinos. Y es que aquí vivimos algo muy feo cuando un policía borracho mató a un muchacho de acá. La familia de él se fue contra la del policía. 

Golpearon a los niños y a punto estuvieron de matar a su esposa, como si ellos tuvieran algo qué ven en el asesinato. En los niños asustados, llorando y buscando esconderse tras de su madre que sangraba por las pedradas que le aventaron, vi a m'ijo. Vi cuánto sufrió por no encontrar mis brazos, mis manos que le preparaban los burritos con sal. Corrí a defender a las criaturas, y más de una persona se me enojo. Qué culpa, pues, tenían ellos. Y los que atacaron al asesino fueron capaces de golpear a unos niños indefensos. Quién es el malo. La maldad no resuelve nada.

Mi muchacho no volverá. Que Dios los perdone y no tengan que sufrir con sus hijos lo que sufrí yo y ora sufren un montón de personas. Dios quiera y los encuentren con vida. Al menos yo vi el cuerpo del mío, y eso le dio descanso a mi alma".

Extendió su reboso con las huesudas y largas manos, tocando cada borde, como acariciándolo, como si con él fuera a prepararle la mortaja al hijo muerto. Caminó por la calle de tierra y bardas de piedras, por entre los coyules, y se integró a la tarde tibia, bajo un cielo gris, a punto de desatar una tormenta.

BEST TAP DANCE NUMBER EVER? (The Nicholas Brothers)





Extraodinarios. Simplemente.